viernes, 1 de febrero de 2013

Democracia, bien público


Imagen de casadellibro.com


El artículo 20 de nuestra Constitución, referido a la libertad de expresión en todos sus aspectos, garantiza la libre comunicación pública sin la cual pierden su sentido otros derechos constitucionales, como el principio de legitimidad democrática.

En nuestro sistema  no tiene cabida el modelo de democracia  militante, que impone la adhesión positiva al sistema y a su constitución, pues la libertad de expresión que garantiza el artículo 20 incluye la libertad de crítica y de opinión, por lo que el derecho acoge también las ideas contrarias a las defendidas por el Estado. El problema es que la concepción del modelo militante sí se manifiesta en las libertades ideológica, de participación, de expresión y de información que la Constitución protege como derechos fundamentales.                                                                                                                           
Está claro que los ciudadanos en una sociedad democrática, como la nuestra, necesitan conocer la información de ámbito público para poder participar. Podemos elegir y opinar con libertad a partir del conocimiento que la comunicación posibilita. Pero, ¿Ofrecen los medios esa posibilidad a los ciudadanos?                                                                                        
Como defiende la Teoría Deliberativa de la Comunicación, el bien público debe estar por encima de los intereses particulares y comerciales. Dicha teoría se fundamenta en la ejecución de las políticas públicas más convenientes para la promoción de la igualdad de oportunidades. Esa igualdad es la que el periodismo político debe vigilar.

“Mikael Blomkvist opinaba que el cometido del periodista económico era vigilar de cerca y desenmascarar a los tiburones financieros que provocaban crisis de intereses y que especulaban con los pequeños ahorros de la gente en chanchullos sin sentido de empresas puntocom.” (Larsson. 2008; 82) 


Mikael Blomkvist es el protagonista de la trilogía Millenium, publicada tras la muerte de su autor, el periodista y escritor Stieg Larsson. Millenium es una revista dedicada al periodismo de investigación, Mikael la fundó junto a su socia y amiga Erika. “Ya en la facultad jugaban con la idea de fundar una revista que tuviera ese perfil”.  
En el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, Mikael es juzgado por difamación y declarado culpable por publicar  información que deja al descubierto la desviación de fondos públicos que esta llevando a cabo una de las empresas más grandes del país. Tanto al publicar la información como después de haber sido condenado, Mikael está seguro de su veracidad, pero no cuenta con las pruebas suficientes para demostrarlo. Más adelante podrá hacerlo gracias a la ayuda de Lisbeth Salander, una hacker y excelente investigadora que, aunque ilegalmente, a través de internet accede a la información necesaria para hacer justicia. 

El personaje de Lisbeth justifica la violación del derecho a la intimidad para favorecer el derecho a la información, y refleja cómo el uso de la red puede romper las barreras impuestas por el poder político.

La actitud de Mikael como periodista es la de Watchdog, término acuñado por la profesora Pippa Norris. Se trata de la función de perro guardián que, según autores como John Dewey, defensor de la  Teoría Deliberativa, han de cumplir los periodistas. Por supuesto, el trabajo de los medios debe ser asegurar la transparencia del gobierno y el escrutinio público de la autoridad. Pero nos enfrentamos al hecho de que los medios dependen de la financiación de sus anunciantes, cuyos intereses distan de los del periodismo, al menos de los del verdadero; el que con la información que da presta un servicio a la sociedad civil,  permitiendo su libertad.

Es por esto que el funcionamiento de nuestro sistema entra en contradicción con el pluralismo político y social que permite la formación de una opinión pública libre. Si no, pensemos en casos recientes como el Palma Arena o la expulsión de Baltasar Garzón de su carrera profesional. Hechos que ponen en evidencia irregularidades y sus injusticias.

Millenium, Mikael, Lisbeth…evocan una deliciosa ficción en la que el periodismo de investigación, con todo su sentido, es el protagonista.


“Mikael era incapaz de comprender por qué tantos periodistas económicos de los medios de comunicación más importantes del país trataban a unos mediocres mocosos de las finanzas como si fuesen estrellas de rock” (Larsson, 2008; 82)




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